artículo escrito por la dra. teresa del conde y publicado el dia 11 de octubre del 2011 en el periódico la jornada.
"Pintura y puntos suspensivos"
Teresa del Conde
Trabajos de 23 pintores ocuparon los vastos espacios de exhibición temporal
en la Fundación Sebastián. Con una excepción, todos han sido alumnos de Ulises
García Ponce de León, prestigiado maestro y elocuente expositor de sus
conocimientos, tanto en la Escuela Nacional de Artes Plásticas como en La
Esmeralda. Bien por su generosa intención, pero la exposición, en términos
generales, resultó fallida, al grado de que puede pensarse que el debate sobre
la pintura, iniciado en La Esmeralda, sufrió un revés, aunque desde luego hay
excepciones.
En la planta baja del recinto se exhiben ambiciosas obras de formato
grande. La que abre el recorrido se titula Conversaciones de lo dulce en
mirada sorprendida, de Otto Cazares, artista muy aficionado a la
música que reprodujo con acierto instrumentos de aliento (trombones) en
atmósferas simbolistas.
Lo nocivo es que la mirada sorprendida no viene a ser la nuestra,
sino la de un gato enorme que recibe efluvios de un rompimiento de gloria. Al
seguir el recorrido en el piso superior se rencuentra a Cazares en la pintura
de un pozo con brocal historiado; de haber eliminado lo que se percibe como
densa masa informe (¿la pierna de la joven que se asoma al pozo?), el cuadro
hubiera ganado mucho.
Quizá algunos artistas pensaron que una propuesta tentativamente innovadora
pudiera centrarse conceptualmente en la atipicidad del formato, de modo que Levantamiento
de la cruz, de Víctor Sánchez, ofrece travesaño de madera tamaño
natural sosteniendo la tela plegada sobre la que llevó a cabo la figura, como
si se tratara de una representación de la Sábana Santa.
La cédula introductoria advierte que en Pintura y punto (título
de la muestra) se reúnen investigaciones que interrogan el lenguaje pictórico.
No obstante, es la parquedad de lenguajes propiamente pictóricos lo que se
percibe y eso se debe en varios casos a intenciones algo desbocadas, como
sucede en lo que pareciera ser alusión de Adrián González Becerra a la
emblemática Citroen DS, de Gabriel Orozco. Esta representación fue
realizada en parabrisas de coche (algo que ya se ha hecho). La temática
automovilística quedó con carácter de ilustración.
Hazael González se propuso estimular veneraciones a sus héroes pictóricos
proponiendo fondeados. Así, Ana con Robert (con fondo tipo
Robert Ryman),Paula con Giorgio (Morandi) o Ella con
Clyford (Still) ofrecen la figura de sus modelos bajo telones
alusivos, y el espectador medianamente entendido busca la presencia sígnica de
los homenajeados.
La visión de los cuadrados concéntricos abocinados de Julieta Aguinaco
tienen buen tiro visual y la pieza convence, pero no así su díptico tic
tac, en el que dos triángulos casi unidos por el vértice son depositarios
del contenido pictórico, pero al estar flanqueados por cuatro triángulos
rectángulos rojo vivo, éstos matan propositivamente el conjunto, sin lograr
enrarecerlo.
Desde mi punto de vista, lo mayormente destacable recae en las Áreas de
construcción, de Gabriel Carrillo de Icaza: pequeños óleos sobre
madera, sin otra pretensión que plasmarlos de la mejor manera posible, el
marcado con VII se lleva quizá la palma.
En el conjunto de temas sobre box de Israel Zamora destaca el verismo
cuidadoso puesto en las peras, costales e implementos, más que en los rostros
de los boxeadores, en tanto que el políptico de 60 x 120 de Valentina Olmedo
integrado de 10 recuadros con distintos tipos de soluciones geométricas,
resulta discreto y acertado, igual que las sencillas acuarelas, con buen manejo
de este medio de Julio Pastor, como asimismo su simulación de fotos en soporte
titulada Vanitas.
Las naturalezas muertas con rondanas de abecedario e indicadores planteadas
por Mónica Contreras acusan concentrada minucia en la aplicación de elementos
extra-pictóricos.
La pintura-pintura no es cosa nada fácil y aquí hay proposiciones con harta
frecuencia dificultosamente volcadas. En algunos de estos trabajos las ideas
privan sobre la ejecución, pero igualmente las hay que ni como ideas funcionan:
un ejemplo es Alegoría de la viciosa, de Viviana Rivera, que
no por ser altamente kitsch resulta erótica, cosa que no ocurre con
los acertados recuadros soft porno que Gabriela Ortega adhirió a su
composición.
En el variopinto conjunto resultan coherentes las pinturas en tonos azules
de la serie Olas, de Selene Murillo. Tal vez una selección
rigurosa, efectuada a partir de conjuntos más amplios que los exhibidos,
hubiera redundado en una muestra que de algún modo apuntalara el quehacer
pictórico, ya que de eso se trataba. Lo digo porque en innumerables ocasiones
el artista no suele ser el mejor espectador de su propia producción. Los
expositores, nacidos entre 1974 y 1988, son artistas ya formados.
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